Su voz resonaba en el coqueto Teatro Galileo antes de poder verla a ella. Y ya entonces lo llenaba todo. The Best Band in Town calentaba el ambiente con sus quince músicos, cuarteto de cuerda y de viento incluido. Para los más metidos en esto del jazz, los rostros de la mejor banda de la ciudad resultaban conocidos. Todo un despliegue de calidad y calidez en una fecha marcada con cariño en el calendario. Qué menos podría esperarse de la “diva del jazz en España”, una mujer de presencia incontestable y voz inenarrable. Imposible resulta alcanzar a describir los matices que Lucy Lummis consiguió arrancar a temas que, por archiconocidos, podrían haber resultado deslucidos en un debut. Pero nada de eso. La Lummis es mucha Lummis. Criada entre escenarios, crecida en las tablas, y con una fantástica combinación de interpretación y jazz, casi podría decirse que el Teatro Galileo se le quedaba pequeño.
Quizás por eso, la presentación de su primer LP en solitario fue más un despliegue de todas las facetas que acarrea Lucy más que una simple exposición de temas. Comenzaba la velada con “On the Streets Where You Live” y “The Boy Next Door”, con la camisa blanca medio abierta y una corbata negra sin atar sobre sus hombros. Entre tema y tema, pequeñas introducciones en las que la Lummis nos contaba cómo había terminado dedicándose al mundo de los musicales y al jazz. Fue en parte por culpa de su madre, profesora de ballet clásico, tanto como de su padre, a quien dedicó una fantástica recreación del latin-jazz “De todo un poco”.
Tras un emocionante dúo junto a Víctor González desgranando “For Once in My Life”, Lucy Lummis volvía desechando los pantalones magenta por unas medias de rejilla y unos zapatos de bailarina. Era hora de demostrar sus capacidades como “chica de musical” con una sexy interpretación de “Roxy”, de Chicago, acompañada por cuatro bailarines. Sin embargo, fue el tercer cambio de vestuario el más impresionante: ver a la Lummis vestida con un largo vestido de lentejuelas doradas, cantando “Gotta Move”, nos aclaraba el porqué de su apodo de “diva”.
Una cita que se hizo corta y dejó a la audiencia con el alma caliente de melodías-bala, directas a la entraña con el mecanismo de una voz que pocas veces se haya escuchado. The Best Band in Town hizo el resto. Nos queda su “Withe the Best in Town” (2015) para poder recrearlo de nuevo en la memoria cuantas veces necesitemos de un momento de musical, o una melodía desesperada, para afrontar la terrible cotidianidad. Esa en la que los transeúntes no cantan al unísono ni bailan coreografías de ensueño. Esa en la que la Lummis no nos reparte nubes de azúcar ni nos susurra en el oído. Qué dura es la vida sin jazz. Qué dura es la vida sin Lucy.