(Texto de J.A. Olloqui, colaborador de The Rosillo’s Rover.)
Debo admitir, antes de hablar de “Quasar, antología hard SF-2015”, un par de cosas. La primera es que no soy un gran aficionado a las antologías de relatos cortos. Y la segunda es que le ciencia ficción clásica me da un poco de pereza.
Sé que hay furibundos defensores del cuento como expresión máxima de la literatura, pero, como digo, las antologías de relatos cortos no son mi lectura favorita. Los cambios de autor, de personajes, de estilo y de tono, logran que no me acabe de implicar en las historias. Por tanto, no me enganchan y suelen dejarme frio. Además, reconozco la dificultad de condensar en unas pocas páginas lo que en una novela se puede desarrollar con más calma. Pocos escritores están dotados de ese especial talento. Yo mismo, sin ir más lejos, carezco por completo de esa habilidad.
También hablaba de mi poca predisposición a la hora de enfrentarme a la ciencia ficción clásica (hard la llaman en la antología que nos ocupa), escrita por autores actuales. Creo que a la literatura de ciencia ficción de nuestros días le falta llevar a cabo su propia revolución, de manera similar a la que sí han experimentado otros géneros como la fantasía o la novela negra. En mi opinión, la ciencia ficción se asienta en unos pocos pilares que, en los últimos 50 años, apenas han experimentado cambios. Es cierto que hay muchos lectores a los que les gusta que los géneros conserven su pureza, y me parece bien. Pero yo, por mi parte, intento huir de los talibanes como de una horda de Zylones. Me gusta que lo que leo me sorprenda, qué se le va a hacer.
Dicho esto, entenderá el sufrido lector de esta crítica que, cuando llegó a mis manos “Quasar, antología hard SF-2015”, iniciara la lectura con todos los reparos del mundo. Pero he de admitir que, si bien alguno de mis planteamientos iniciales se ven reforzados tras la lectura de la compilación, por otro lado debo replantearme algunas de mis opiniones.
Me explicaré. La antología contiene todos los temas y clichés del género a los que me refería antes: la exploración espacial y la existencia de civilizaciones en otros lugares del cosmos (“Paradise City” de Víctor Selles o “La reserva” de Nieves Delgado), la distopía social o tecnológica (“FIYW” de Ángel Mirallas o “Trabajadores en caída libre” de Víctor M. Valenzuela), la relación entre el hombre y la maquina (“Donde empieza la vida” de Héctor Rodríguez o “C-HI” de María Belén Montero), o la realidad cuestionada (“La máquina moral”, de Sergio R. Alarte). Pero los autores están dotados de ingenio y talento suficiente como para dar una vuelta de tuerca a estos clichés, y llevarlos un paso más allá. De manera que, después de haber protestado y refunfuñado como una abuela, debo reconocer que me sorprendí disfrutando y enganchándome a la gran mayoría de los relatos, porque están escritos con inteligencia, nervio, imaginación y buen hacer. Como mínimo, con el suficiente para que todos te atrapen y quieras leer una página más.
Sin embargo, algunos de los relatos adolecen del problema que comenté al principio: la dificultad a la hora de sintetizar una buena historia en la pequeña cápsula que supone el cuento. En algunos casos, el autor nos describe minuciosamente el mundo en el que se desarrolla la historia, va desgranando la trama de manera aceptable, para, finalmente, precipitarse en un final abrupto o apresurado. En otros casos, se nota que el cuento es una versión acortada de una novela. Y en alguno, incluso, se percibe la gran idea de arranque del autor y su incapacidad para rematar el cuento con solvencia, como si el final fuera un mero trámite que hay que quitarse del medio para poner sobre el papel una buena idea. En cualquier caso, estoy seguro que estos cuentos podrían ser el germen de una excelente novela larga.
Por supuesto, hay cuentos redondos. Por escoger algunos, me quedo con “Seiscientas preguntas”, de Alberto González, una asfixiante y deprimente distopía con un desconcertante final; “FIYW”, de Ángel Mirallas, una reflexión sobre el consumo, las emociones y los impulsos humanos, llena de un fino sentido del humor; y “Tecnofobia”, de Rubén Serrano, una divertida aventura sobre periodismo, conspiraciones, terrorismo, y equívocos de esos que te pueden meter en un lio del que es difícil salir.
En definitiva, una buena oportunidad, impulsada por la editorial Nowevolution, de sacudirle el polvo a un género al que, en opinión de este humilde lector, no le vendría nada mal una patada en el culo.
Datos prácticos: Quasar Antologia hard SF-2015 Editorial Nowevolution 11,95€
Texto de…
Me llamo J. A. Olloqui, y crecí en Móstoles, al igual que otros grande escritores como Faulkner o Dostoyevski. Estudié lo suficiente para escribir sin faltas de ortografía. En la década de los 90 y del 2000 toqué con varios grupos y grabé un par de discos que espero por tu bien que no hayas tenido la desdicha de escuchar. En 2013 publiqué mi primera novela: ¡Malditos terrícolas! (Ilarión), pero como no me apetece leerla estoy esperando a que saquen la película. Amo el cine, la literatura, los cómics y la música, y por eso estoy siempre cabreado.
Seiscientas preguntas ha cambiado durante años, como yo. Me alegro que hasta conectado contigo, de verdad. ¡Salud y gracias!